Viaja en Limousine en Las Vegas

Nada causa mayor impresión que ser recogido por una Limousine en Las Vegas, si estás platicando en el bar con una chica hermosa o en el lobby del hotel y de pronto se acerca alguien del staff del lugar y comienzan a bocear tu nombre. Yo continúo hablando con la persona, como si no hubiese escuchado mi propio nombre, esperando el momento en que se acerquen a preguntar directamente. “Sr. Su limousine está en la puerta”, palabras dulces que escucho mientras observo la expresión de la persona con la que conversaba. “Lo está recogiendo una Limousine en Las Vegas” se dicen para sí mismos, “seguramente es un importante empresario en un viaje de negocios”, concluyen en su mente. Yo prefiero no hablar, la imaginación de las personas siempre es mucho mejor que cualquier cosa que pueda decir. “En un momento voy, gracias” respondo con amabilidad y observo el inmediato cambio en la actitud de las personas, de pronto hay una intensa curiosidad por saber exactamente quién soy, que hago, a qué me dedico, cuál es el motivo de mi viaje. Yo disfruto a lo grande, muchos ignoran que cualquiera puede rentar una limousine en Las Vegas por una tarifa razonable, ellos asumen que si vino por mí, es porque es mi costumbre viajar de esa manera.

Y ¿Quién no quisiera viajar siempre así? Un chofer abre la puerta y conduce a donde tú gustes, mientras en el interior hay de todo. Casi siempre, cuando comento que debo retirarme para ver unos asuntos de trabajo, pero que si gustan pueden acompañarme en el trayecto, me dicen que sí. En el interior de la limousine, hay champagne bien fría, la miran fijamente, como esperando que yo diga “vamos a abrirla”, pero prefiero esperar, que la tensión aumente. Mientras platicamos de la vida y de sus deseos, las personas comienzan a ser más abiertas, a ser más sinceras en el interior de una limousine en Las Vegas que en un impersonal bar. Se crea una verdadera conexión pues se ha encendido una llama que es una mezcla de curiosidad, admiración, emoción y respeto.

La conversación se torna cada vez más interesante, pero comento que debo de bajar por unos minutos, que regresaré pronto. Pocas personas se niegan a esperar; antes, con mi pequeño auto japonés nadie permanecía en el auto, pero las cosas son muy distintas. Allí encienden la televisión, la radio, se estiran dentro de la unidad, incluso se asoman por el descapotable por lo que el tiempo se les va con rapidez. A mi retorno nuevamente hay curiosidad, ¿A dónde fui? ¿De qué trataba mi reunión? Preguntan. Yo interrumpo el interrogatorio y saco de la hielera el champagne, “solo digamos que vale la pena abrir esta botella” comento con cierta ceremonia, sacamos dos copas y brindamos con entusiasmo. De allí la noche va hacia donde yo lo desee, podemos ir nuevamente a un bar, pero ya con la chica prendida de mi brazo o simplemente dar vueltas por el Strip dentro de la limousine en Las Vegas.