Paseo en Limousine por Las Vegas

Un Paseo en Limousine al Hard Rock Café en Las Vegas

Todos estábamos emocionados para recibir a la limousine que nos llevaría al mítico Hard Rock de Las Vegas. Yo especialmente quería conocer el muro interactivo, en el que puedes mirar miles de artículos de memorabilia digitalizados en una enorme pared táctil. Imagina poder llegar y abrir una de las partituras, escritas de puño y letra de tu grupo favorido y poderlo ampliar a 3 metros, para ver cada detalle, cada toque que dio forma a la música que impactó tu vida. Luis por su parte, quería sentarse en la barra y pedir una bebida, hablar con alguien; eso era el momento en el que podría decir “estuve en el Hard Rock y bebí una cerveza”. En las mesas también tienen la mejor tecnología para que sepas todo sobre los artículos en exhibición en el lugar. Lo puedes agrandar, leer datos curiosos y la historia de cómo llegó dicho artículo al Hard Rock. Yo soy un fan de los Stones, así que tengo muy en claro qué es lo que voy a buscar en la mesa al sentarme.

Al subir a la limousine pedimos que tocaran la música que tenía en mi Iphone, la había seleccionado cuidadosamente, las mejores canciones de Rock de Toda la historia… venía Animal I have Become de Three Days Grace, Breaking the Law de Judas Priest (nada como escuchar Breaking the Law en una limousine en Las Vegas), indispensable Master of Puppets de Metallica, Boulevard of Broken Dreams de Green Day, Still Loving You de Scorpions y jamás faltaría “Satisfaction” de The Roling Stones.

Para verdaderamente disfrutar un viaje en limousine, debe uno beber champagne en el trayecto, aunque sea un trago, para recargarse en los asientos de piel y decirle al chofer “listos, vámonos ya” y sentirse como un auténtico magnate.

En retrospectiva, realmente no salió costoso el viaje y como lo dividimos entre todo el grupo, puedo decir que lo volvería a tomar con seguridad absoluta, valió la pena.

La música tocaba, José servía la Champagne cuando nos pidió Mariana que, para su cumpleaños, la lleváramos en limousine a alguna parte… a todos nos acomodó la idea de inmediato e hicimos un brindis por ello, con ese comentario, comenzaron los brindis, los chistes y las risas en el trayecto.

Una de las mejores partes de un paseo en limo es que el tráfico se vuelve irrelevante, la estábamos pasando tan bien allí adentro, que no nos dimos cuenta que fueron cuarenta minutos de recorrido por el tráfico, ¡nosotros queríamos más!

Mientras paseábamos, miramos las luces de los bares y centros nocturnos ¡Cuántas luces neón tiene Las Vegas para disfrutar! A Jorge se le ocurrió entonces un juego, que llamamos “bebe luces de neón” en donde nos turnábamos gritando colores, el último que encontrara una luz de ese color, tenía que beber, si alguien encontraba una zona con esa luz, ya nadie podía escoger esa parte, así que aunque alguien dijera un color muy común, pronto no había para escoger porque una persona tomaba el frente de un edificio y ya nadie podía nombrar ese color en ese edificio. Definitivamente, un juego que sólo se puede jugar en Las Vegas, “Morado” gritó alguien y cada uno miraba por la ventana y declaraba, “allí debajo de la torre Eiffel” enunció Sara, otro apuntaba otra zona… las luces de color morado se acababan, no me dejaron ni una sola luz morada, Miguel el penúltimo en descubrir una luz morada lo hizo mostrando unos diminutos focos morados casi imperceptibles en un cartel, yo había sido el último así que tuve que beber.

La ventaja adicional de viajar en limousine es que no teníamos que tener un conductor designado, todos pudimos relajarnos y divertirnos despreocupadamente pues sabíamos que el chofer nos llevaría de regreso, algo que ya entrados en la fiesta se nos hizo invaluable.

Un buen rato pasó en nuestro divertido pasatiempo y Mariana comenzó a tomarse selfies, lo cual nunca logró pues primero José, después Luis aparecían en la fotografía, entre más pedía Mariana que la dejáramos tomar su selfi, mayor fue muestro esfuerzo por impedirlo; pronto todos estábamos formando una gran bola humana en un solo asiento y sacando fotografías, se escuchaban gritos de los que quedaron debajo y risas de los de arriba que no se quitaban; después, aprovechando los amplios asientos pudimos organizarnos y caber todos para una foto grupal.

Cuando todos se calmaron un poco yo inicié otro juego, tenían que decir el título de la canción que se escuchaba en ese momento y el grupo que la cantaba, después de todo, eran los mayores éxitos de rock y nos dirigíamos al Hard Rock Café, el mayor santuario de rock que existe en el mundo, por lo que tenía que educarlos un poco. No saber si una canción es de los Beatles o de Def Leppard es verdaderamente imperdonable en mi opinión. No es tan fácil como parece, hay canciones que hemos escuchado toda la vida… pero no sabemos quién la canta o el nombre de la canción. Es muy cómico ver los rostros de los amigos que reconocen la canción, se saben la letra (incluso cantan una parte para que todos sepan que no son unos completos perdedores) pero no recuerdan quién la canta. Yo fungí como juez, ya que había seleccionado la música; sabía quiénes las cantaban y los nombres de las canciones, dediqué varios días en busca de las canciones ideales para crear el ambiente perfecto para nuestro arribo en limousine en Las Vegas al Hard Rock, aunque me parece que exageré ya que tenía cerca de dos horas de éxitos en mi Spotify cuidadosamente seleccionadas.

La otra parte fabulosa fue que al llegar al Hard Rock, todos nos voltearon a ver, el lugar estaba llenísimo, si hubiésemos rentado un auto se nos hubiera ido una media hora de gloriosa diversión tan solo buscando estacionarlo, con la limo sin embargo, simplemente nos bajamos y el chofer se ocupó del resto. Nos bajamos con tal seguridad que la muchedumbre nos abrió camino hacia la entrada, en donde nos dejaron entrar de inmediato… ¡Verdaderamente me podría acostumbrar a andar en limousine en Las Vegas!